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César Prada

Prada nace en el año 1951 en una emblemática calle, “A Barreira”, de la vieja ciudad de Ourense (o Auria). De primeras, conviene hacer hincapié en sus circunstancias familiares: se cría en el seno de una familia modesta y muy numerosa. Digo modesta en el sentido de que es necesario ganar el pan de cada día. Lo de muy numerosa es una simple evidencia, abunda con constatar que César Prada es el tercer hijo de un total de nueve hermanos. No olvidemos, además, que los años cincuenta son oscuros y demaltrecha economía para casi todos los ourensanos.

Pero el futuro pintor y escultor (hoy en día en la plenitud artística y llegando a la madurez) es un inquieto e inconformista, que siente una profunda curiosidad delante de cualquiera novedad de experiencia. Para el es irresistible la llamada del horizonte de los sueños, de sumergirse en la aventura de lo desconocido, en la aventura de vivir. Por lo tanto, no resulta arriesgado imaginarlo en las calles, en el hogar, en el Jardín del Posío, aprendiendo y asimilando la apasionante lección de vivir. Aprendiendo en definitiva, la lección de Scherezade, es decir: salvar la vida con la ayuda del arte; sobrevivir a la sordidez, mediocridad y estrechura de cada amenazante destino. En el caso de Prada, salvar la vida dibujando, esculpiendo o pintando imágenes divisadas en el espejo de los sueños y de las fantasías.

Prada plasma en sus obras los sentimientos esenciales de la vida cotidiana, de lo común. Para salvarlos de la fugacidad: algo semejante a la nombrada poesía de la experiencia o quizás a la palabra en el tempo de D. Antonio Machado.

A la edad de 12 años comienza a estudiar pintura y escultura en la Escuela de Artes y Oficios de Ourense. Recuerda con admiración y gratitud al maestro D. Aurelio Iglesias, de quien llega a ser discípulo en su taller. Pero la necesidad es inmediata. Muy pronto, su padre emplea a César para trabajar y contribuir así a sostener la humilde economía familiar. Las inquietudes artísticas del joven Prada nunca declinan. Desde ahora será un activo autodidacta en el ámbito de la pintura y de la escultura.

A los 15 años su adiós a los estudios oficiales es definitivo. Pero a su espíritu dinámico nada le resulta ajeno. De manera que, en paralelo con la actividad laboral, desenvuelve muy diversas aficiones: como tocar la batería en varios grupos musicales. Actividades que compagina con el trabajo por el oficio, con la realización de numerosos encargos de santos, vía crucis, escudos heráldicos y, sobre todo, con el imparable crecimiento de dibujos, pinturas y esculturas en su estudio personal.

A los 22 años casa con Isabel. El incondicional apoyo de su esposa, así como el estímulo de muchas personas que no dudan de sus capacidades artísticas (César es un hombre sencillo, que despierta amistades sinceras y verdaderas) determinan que se centre, casi exclusivamente, en la pintura y escultura. Pronto vendrá la participación en exposiciones colectivas y también, las individuales, en las que obtiene un notable éxito comercial y de crítica.

En el año 1983, de nuevo animado por Isabel, abandona la actividad laboral. Abre un estudio/taller en el bajo de una casa de la familia, donde realiza una vasta obra escultórica en madera, barro, bronce y ranito a lo largo de una década. En este tiempo la mayoría de las obras son hechas por encargo, dedicándole muchas horas al estudio, investigación y perfeccionamiento de un estilo propio.

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