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Xavier Costa

Partiendo de la figuración, trabaja con distintos materiales, como el mármol y la piedra. Artista gallego, está afincado en Barcelona desde hace muchos años; es sobrino de Xavier Costa Clavel, lo que le permite desde muy joven entrar en contacto con el mundo cultural. Su última exposición en Galicia tuvo lugar en la Fundación Torrente Ballester.

Costa construyó un relato “sobre la cámara de los horrores del siglo XX”, que se convierte en leyenda a través del personaje de Bernarda Espida. Una heroína gallega para una historia circular del sufrimiento.

Desde la barriga de la madre hasta su ejecución, cuando es abandonada para ser pasto de los cuervos y acaba convirtiéndose en un penedo más del paisaje gallego. Antes, su lucha “contra todos los regímenes totalitarios” tiene paradas en la Escuela de Mecánica de la Armada (Buenos Aires) y Abu Graib (Irak), en una reflexión “sobre el poder absoluto” y los procesos de construcción de una identidad pueblo, en la estela de Lorenzo Varela o Luís Seoane. Costa, que vive en Cataluña desde 1965, reconoce una “reinterpretación de la tradición gallega” -Laxeiro lo llamó “gigante vagabundo de las montañas”-, pero no se siente aludido por ninguna escuela en particular. Supera las 40 exposiciones individuales, pero vive “totalmente fuera” del tráfico artístico. Las 46 obras de Bernarda Espida, fruto del trabajo de una década, “tendrán que venderse por entero, si se venden”.

“Sólo hago mujeres; si sale un hombre es al lado o debajo, pero diluido”

El interés estético por la figura femenina se explica por inclusión: “Sólo hago mujeres; he esculpido más de 2.000 a lo largo de los años. Cuando aparece algún hombre está al lado o debajo, pero diluido”. A la hora de elegir la forma, Costa desecha el realismo tradicional y la abstracción pura. Entre el neocubismo y las esculturas biomórficas de Jean Arp, puede tratarla “desde todos los puntos de vista”. La elección del material es más fácil. Alguna vez hizo encargos de 700 kilos, pero en las canteras encuentra sus “piedras manejables”, de entre 25 y 30. “Los niños suelen preguntar cosas como ‘¿por qué sabías que dentro de esa piedra había una señora subida a un caballo?’, y yo siempre les digo lo mismo: la piedra insinúa una forma, y yo me acomodo a ella. Veo la piedra e identifico lo que hay dentro”.

Costa, que vive en Terrassa y vuelve de vez en cuando a Raxó, entre Combarro y Sanxenxo, reconoce que ya no hay “excesivo trabajo en piedra”. Tampoco le busca una explicación. Refractario al aplauso, el artista chantadino recuerda la “vida cultural gallega” de Barcelona. Cuando Inés Canosa dirigía la Galería Sargadelos y todavía vivían Blanco Amor y Reimundo Patiño.

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